jueves, 24 de diciembre de 2009

El origen pagano de la Navidad.

En estas señalizadas fechas quiero hablaros, hijos Míos, del origen de la Navidad. Resulta, posiblemente, de la festividad religiosa más arraigada, simpática y con con mayor aceptación popular, siendo mucho menos sádica y macabra de lo que acostumbran a ser otras celebraciones de Mi religión. Lo cierto, sin embargo, es que se trata de una festividad con un origen muy anterior a la llegada de Mi chaval Jesucristo al planeta tierra.



Tengo que reconocer que Mi Santa Iglesia se limitó a versionar una festivida pagana del Imperio romano. Ésta festividad, llamada de "Saturnales" transcurría entre las fechas del 19 al 25 de Diciembre en honor del dios de la agricultura Saturno. Dicha festividad, a su vez, es una versión de la conmemoración del alumbramiento de Tamuz (el equivalente romano de Saturno) el dios sol reencarnado en Babilonia, el 25 de Diciembre. En estas fiestas se exhaltaba el valor de la amistad y se hacía intercambio de regalos. También surgió la costumbre de adornar las puertas de cada casa, con coronas de flores y hojas verdes, así como la práctica de adornar un árbol con frutas y decorativos alusivos al dios sol. Al mismo tiempo, se celebraba en el Norte de Europa una fiesta de invierno similar, conocida como Yule, en la que se quemaban grandes troncos adornados con ramas y cintas en honor de los dioses para conseguir que el Sol brillara con más fuerza. No cabe duda de que una fecha tan especial como el solsticio de invierno siempre ha sido muy celebrado en las más diversas culturas y se ha visto asociada con motivos religiosos.
Puede parecer algo sospechoso el que Mi religión aproveche los mismos recursos que las aberrantes creencias paganas pero lo cierto es que así es como surge un sincretismo, en el que se introduce en Mi religión el paganismo babilónico y romano y se produce una mezcolanza capaz de lograr una mayor cuota de mercado. De esta forma la antigua Semiramis (Venus,Osiris, etc.) pasó a llamarse “virgen María” y a la encarnación del dios sol Tamuz (Baal, Moloc, etc.) , se le llamó “Jesús”.
Si se analiza a la luz de la odiosa razón este sincretismo y sus connotaciones de maleabilidad de los dogmas religiosos con el fin de adaptarse e incrementar la aceptación popular, puede ser muy poco consecuente con el mensaje de verdad única y absoluta que tiene su origen en Mi verdad revelada, pero, puesto que la inequívoca e incuestionable Biblia no menciona de manera explícita la fecha del naciemiento de Mi chaval, Mi Santa Apostólica Hipócrita y Romana Iglesia, haciendo uso de un pragmatismo ejemplar, supo aprovecharse hacia el año 325 d.c. de las festividades y cultos preexistentes. De lo que nunca hay que olvidarse de que cualquier recurso es válido si sirve para lograr el más noble fin, que no es otro que la propagación de la fe en Mí y de su mensaje de amor y esperanza. Para ello Mi Santa Institución necesita lograr las más altas cotas de poder. A la luz del tremendo éxito obtenido en su virtuosa misión después de los siglos, es indudable que fue todo un acierto el aprovecharse de las creencias paganas.
Contemplar el origen pagano de la navidad objetivamente podría permitir ver a Mi religión como una más de las creadas por la imaginación humana en función de sus inquietudes. Pero no hay que olvidarse nunca, querida feligresia, de que la Mía sí que es la única verdadera.

lunes, 7 de diciembre de 2009

El derecho de poder seguir imponiendo los crucifijos.

Hoy quiero hablar, querida feligresía, de la necesidad de que el crucifijo continúe siendo un símbolo impuesto en los lugares públicos y centros escolares de los países de tradición cristiana, en contra de las pretensiones de aquellos desalmados que consideran el laicismo como la única forma posible de garantizar una auténtica libertad religiosa. Aunque la posición más práctica que pueden adoptar Mis seguidores es dejar el agua correr, salir por la tangente, fomentar la indolencia mental de las masas y dejar simplemente que se mantenga la situación de privilegio que disfruta Mi religión, diciendo que no es algo que preocupe a la sociedad y que hay cosas más importantes, lo cierto es que eso no quita legitimidad a las reclamaciones laicistas y que puede ser inevitable tener que entrar en una defensa argumentada de las posiciones de la Iglesia de Dios.
En ese caso, animo a Mis devotos feligreses a que sigan utilizando los dos argumentos básicos a los que suele recurrirse en éste asunto que, no por faltos de lógica, han de ser desechados por aquellos mis aborregados feligreses:

- Es una cuestión cultural que se basa en la tradición. Se trata un argumento que se regocija fundamentalmente en la consolidación de una situación de privilegio lograda generaciones atrás, cuando los conceptos de "laicismo" o "libertad religiosa" resultaban inconcebibles. Es cierto que para lograr un avance en las libertades es necesario superar aquellas tradiciones que lo imposibilitan por estar ancladas a un pasado en el que éstas no existían pero, para la gente de bien y de orden, el crucifijo, en tanto y cuanto que símbolo del cristianismo, representa la idea de una indispensable aportación por parte de éste, de los valores morales que caracterizan la cultura occidental. Para hacer semejante afirmación conviene olvidarse de que los pueblos adoradores de falsas religiones también tienen valores morales semejantes, que no son sino reglas básicas de vida en sociedad.

Por desgracia, esta romántica idea que ha ser utilizada para publicitar Mi fe no es compartida por todos y cada vez se ve más cuestionada por culpa del desarrollo de las sociedades y de su culturización. Lo cierto es que dista mucho de ser el símbolo de unión y consenso que nos gustaría. Para los infieles, adoradores del maligno, el crucifijo no tiene connotaciones tan benignas y es el símbolo de una larga tradición de oposición al progreso y de imposición, a cualquier precio, de unos dogmas cada vez más obsoletos, recurriendo, en muchas ocasiones, a métodos sangrientos e inhumanos hasta tiempos muy recientes en países como España.

También representa una implacable búsqueda del poder y la connivencia con los totalitarismos por parte de Mi Santa Iglesia y su obstinación por impedir avances sociales y del conocimiento, pudiendo así mantener intacta su situación de privilegio y continuar con su labor de salvaguarda de la fe. Siglos después de haber derrotado a las perniciosas creencias paganas son estos razonamientos críticos son los nuevos enemigos de Mi fe.
En cualquier caso, y aunque el carácter tradicional pueda tener connotaciones muy diferentes a las que se buscan para defender su continuidad, es conveniente fomentar un razonamiento tan evidentemente circular y autojustificante, ya que el derecho a imponer ese símbolo a las nuevas generaciones en base a la tradición, sirve para consolidar más esa situación y hacerla más "tradicional".
Lo que ningún perverso ateo librepensador podrá negar nunca es que el hecho de imponer el crucifijo durante generaciones es toda una tradición.

- Es una cuestión de mayorías. Se fundamenta en tratar el asunto de una forma “democrática”, es decir, en que la decisión de retirar los crucifijos sea tomada por votación cuando alguien manifieste la disconformidad con su presencia. Es una estrategia que puede resultar a primera vista muy tolerante y razonable, por lo que debe seguir siendo utilizada por Mi feligresía con asiduidad. Lo malo es que, como ocurre siempre que se le pretende dar una base de racionalidad a las posturas religiosas, se queda en un mero baño externo que se elimina muy fácilmente con el más mínimo rascado lógico. Alguien capaz de razonar libremente diría que el respeto a las minorías ha de ser consustancial a una verdadera democracia y que la aconfesionalidad de un estado, decidida democráticamente, implica el que a nadie pueden imponérsele unas determinadas creencias religiosas por muy mayoritarias que puedan ser. Para ello, tanto dichas creencias como sus símbolos, deben circunscribirse al ámbito de lo privado. Mis devotos feligreses pueden aducir que si se permite a un musulmán acudir a la escuela con un símbolo de su religión también debería permitirse colocar el crucifijo en clase. Con estos sesudos galimatías mentales, Mis bienintencionados creyentes mezclan lo privado con lo público, demostrando que nunca llegarán a entender un concepto tan simple como el de libertad religiosa y haciendo gala de esa limitación mental que les proporciona su fe en Mí y que tanto Me complace y halaga. Es evidente que el argumento de la mayoría se utiliza con la muy noble y piadosa certeza de que ésta está garantizada gracias al adoctrinamiento masivo llevado a cabo por parte del estado en Mi fe en pasadas generaciones.

Lo que ciertamente se persigue es poder seguir gozando de ese privilegio para poder perpetuar esa mayoría. Una prueba evidente sería ver qué dicen los defensores de las mayorías si en una determinada aula sucediese algo que cada día es menos improbable en España, como que fuesen mayoría los alumnos musulmanes. Si, en base a esa mayoría, se votase sustituir el crucifijo por una media luna, seguramente su posición “democrática” desaparecería de un plumazo y se sustituiría por un alegato a favor del nacional-catolicismo y el uso de argumentos abiertamente xenófobos. También es probable que se buscase una mayoría a nivel nacional y acabar así de una puñetera vez con eso del “estado aconfesional”. Por suerte, sólo los menos comprenderían que en un estado de derecho a nadie deben imponérsele unos símbolos religiosos, llegando a entender, por fin, el concepto de laicismo.


Después de ver que las posturas más utilizadas pueden ser rebatidas por los malintencionados ateos y, gracias a que Me he dignado a abandonar Mi tradicional indolencia para crear este blog, os mostraré una serie de irrefutables argumentos a favor de tan noble causa:

- El crucifijo es el símbolo de la única religión verdadera, fundamentada en las revelaciones de un Dios arbitrario, arrogante e irascible pero muy bueno, y en la subjetiva interpretación de su libro sagrado. Hay que garantizar que las nuevas generaciones sigan siendo adoctrinadas y sometidas a ella como prueba de amor que garantice su salvación, así como la prosperidad los privilegios y el sostenimiento económico con fondos públicos de Mi Santa e Hipócrita Iglesia.

-El crucifijo debe ser impuesto como símbolo de las certezas que proporciona la fe en Mí y que siempre deben anteponerse a los conocimientos basados en la razón.

- También simboliza la grandeza de la cristiandad y, muy especialmente, la de una patria gloriosa elegida por Mí.


- Demuestra a los practicantes de otras falsas religiones la superioridad del cristianismo.

- Sirve para que los no creyentes tengan siempre muy presente la misericordia con la que serán acogidos por Mí si se arrepienten y se integran en Mi rebaño, así como la cruel y vengativa condenación que padecerán si no lo hacen.

- Representa el impagable papel de tutela de las libertades que Mi Iglesia siempre ha ejercido.

- El crucifijo es una macabra representación de una persona ejecutada mediante un método sumamente cruel, sangriento y despiadado, por proporcionar al reo una muerte particularmente lenta y dolorosa.

El individuo que aparece torturado hasta la muerte en él, con una corona de espinas clavada en su frente, no es otro que Mi chaval Jesucristo. Como anécdota recordaré que la inmensa mayoría de dichas representaciones son erróneas porque la crucifixión se realizaba clavando al individuo por las muñecas y no por las manos. Pero éstos siniestros detalles no deben desviarnos del tema tratado que es la conveniencia de que tan bonita figurita esté colocada a la vista de los niños a diario desde su más tierna infancia, en el lugar donde deben ir a formarse como personas. Los efectos que puede producir su contemplación cotidiana en el desarrollo de la mente infantil no pueden sino ser completamente beneficiosos, porque les prepara para la aceptación del sufrimiento, el miedo a Mi ira y la resignación ante Mi sádica condición, cosas todas ellas muy virtuosas y necesarias en Mi fe.

- Los crucifijos son necesarios porque adornan un montón.

Ahora sí que queda completamente clara la necesidad de mantener los crucifijos en todos los centros, por muy pública que sea su financiación, en la medida que representan la Iglesia del único dios verdadero que no es otro que Yo, que tengo un blog.

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