jueves, 18 de noviembre de 2010

Creced y multiplicaos.

Devotos y crédulos feligreses, el asunto hoy tratado es de suma transcendencia. Se trata de Mi expresa y bien conocida voluntad de que los humanos se reproduzcan ilimitadamente hasta rebosar la Tierra. El fin último ha de ser el de tener hijos que puedan crecer dichosos en su fe en Mí, una vez hayan sido convenientemente adoctrinados, claro está. Su comportamiento reproductivo ha de ser exactamente igual que el de todas las criaturas vivientes, cuyo ciego fin último es llenar el mundo de los de su especie.

El problema es que su inteligencia capacita a la especie humana para darse cuenta de algo tan simple como el que, con unos recursos naturales limitados, el crecimiento poblacional no puede ser ilimitado, así como para conocer las trágicas consecuencias que conlleva la superpoblación en cualquier grupo humano o animal. Lo cierto es que todas las especies animales sufren un control poblacional y cuando no es en forma de depredación, competencia o limitaciones del ecosistema lo es por hambrunas, enfermedades o sangrientas luchas intraespecíficas..La diferencia es que el ser humano es capaz de elegir conscientemente el sistema de control menos traumático y es ahí donde debe entrar la fe, para desposeer al hombre de semejante privilegio, equiparando su comportamiento reproductivo al de cualquier otra especie, mediante la completa anulación de esa misma inteligencia que le hace creerse superior al resto de Mi creación. Porque las desigualdades sociales, la elevada natalidad y la miseria acostumbran a retroalimentarse de una forma altamente provechosa para la generación de esa maravillosa ignorancia que asegura una exitosa propagación de la fe. Por eso es necesario que Mi Santa Iglesia luche contra el uso de cualquier método anticonceptivo.

Pese a que Yo sólo haya tenido un hijo y a que se lo haya prohibido totalmente al clero a Mi servicio, vosotros habéis de criar sin límites, sometiendo a ese único fin toda vuestra sexualidad. ¡Creced, creed y multiplicaos!, hijos Míos, dichosos y despreocupados gracias a vuestra borreguil fe, siempre con la absoluta confianza en que al final Yo proveeré y con la única, pero suficiente, certeza de Mi existencia que supone este Blog.

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